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Para elaborar nuestros productos, trasladamos la leche desde los tanques de almacenamiento, previo tratamiento térmico o no (pasteurizada o cruda) en función del producto a elaborar, hasta la cuba de cuajado. En ella se procede a un calentamiento lento y progresivo, acompañado de un sistema de agitación, que homogeiniza la temperatura de la leche en todo su conjunto.
Una vez conseguida la temperatura óptima para el proceso, nuestro maestro quesero, añade el cuajo natural, las enzimas coagulantes y los fermentos, que permitirán la fermentación y el cuajado de la leche para así obtener la pasta-cuajada, que será la materia prima que dará cuerpo y forma a nuestros quesos. En este proceso mantenemos vivas las bacterias lácticas que viven de forma natural en la leche y que actúan como retenedoras de la grasa, el agua y las sales.
Cuando se ha formado y cortado el cuajo con la textura y el tamaño de grano deseado, se hace pasar por la cuba de cuajado un tamiz que extrae rápidamente el exceso de suero, y permite mantener otra parte del suero que es necesaria para poder comenzar a trabajar la pasta. Este último se irá perdiendo de forma gradual, por gravedad y prensado, tanto en la cuba de cuajado como en los propios moldes que darán forma a nuestros quesos. Los paños estériles que colocamos en el interior de los moldes, sirven como filtro y retén, para que este suero sobrante sea expulsado durante el proceso de prensado y mantenga la pasta dentro del mismo.